Tomás Dídimos vivió en Galilea. La tradición dice que trabajó en Parthia, Persia e India, sufriendo martirio cerca de Madras, en el Monte Santo Tomás, India.
Tomás fue su nombre hebreo y Dídimos su nombre griego. Algunas veces fue llamado Judas. Mateo, Marco y Lucas no nos cuentan nada sobre Tomás excepto su nombre. Sin embargo, Juan lo define más claramente en su Evangelio. Tomás apareció en la resurrección de Lázaro (Juan 11:2-16), en el Aposento Alto (Juan 14:1-6) donde quiso saber cómo conocer el camino a donde Jesús estaba yendo. En Juan 20:25 lo vemos diciendo que a menos que vea las marcas en las manos de Jesús y en su costado, él no iba a creer. Por esto Tomás llegó a ser conocido como Tomás el incrédulo.
Tomás llegó a creer mediante la duda. Por naturaleza, él era pesimista. Era uno hombre desconcertado. Aún así, fue un hombre de valor. Fue un hombre que no podía creer hasta no haber visto. Era un hombre de devoción y fe. Cuando Jesús resucitó, volvió e invitó a Tomás a poner su dedo en las marcas que dejaron los clavos en sus manos y en su costado. Y es aquí donde vemos a Tomás haciendo la confesión de fe más grande: “Mi Señor y mi Dios.” Las dudas de Tomás fueron transformadas en fe. Tomás fue siempre como un niño pequeño. Su primera reacción fue no hacer lo que le dijeron que hiciera y no creer lo que le dijeron que creyera. Las buenas nuevas para él fueron siempre demasiado buenas para ser verdad. Mediante este hecho la fe de Tomás se volvió mas grande, intensa y convincente. Se dice que él fue encargado para construir un palacio para el rey de India, y fue muerto con una lanza como mártir por su Señor. Su símbolo es un grupo de lanzas, piedras y flechas.